El Tigre del Norte

18 julio 2014

Te recomendamos visitar la entrada actualizada sobre El Tigre, este El Tigre del Norte y el tercer El Tigre.

No venimos a hablaros de cantantes de rancheras, eso ya otro día, sino del hermano pequeño del que es posiblemente el bar de tapas más conocido de Madrid: el Tigre. Una sucursal que como su nombre indica está al norte del original, pero tranquilos porque la distancia entre ambos es poca. Unos pocos metros separan estos dos locales en los que el tapeo y el cañeo cobran proporciones especiales. Mirad y deleitaros:

El tigre del norte

¿Y es que hace falta a estas alturas del partido recordar qué es El Tigre y qué supone para las noches de Madrid? Sí, porque, aunque quizás no lo parezca, hay mucha gente aún que no sabe de la existencia ni de El Tigre original ni, por supuesto, de El Tigre del Norte. Y ya no os queremos contar los turistas, nuevos universitarios, erasmus, y expats que visitan Madrid o se convierten en madrileños. No son los locales que sean los más recomendados por las guías de viajes salvo que quieran ir con cierto toque canalla. Pero son locales que hay que conocer.

El Tigre del Norte está también en Chueca, en la calle Hortaleza 23 (Metro Gran Vía o Chueca), y ten cuidado que desde la calle no destaca. Busca su cartel rojo, ahí está. Por dentro es bastante más espacioso que el original, con una entrada, un estrecho pasillo donde aún así te puedes sacar un sitio, y un salón grande con mesas a un lado y barriles altos al otro.

Y como el original el público joven abarrota El Tigre del Norte, especialmente en fines de semana, donde si no ves al menos una despedida de soltero o soltera es que quizás el mundo se va a acabar. La fórmula, huelga explicarla demasiado, es la de tapas y más tapas con las bebidas. Croquetas, tapas de jamón, queso, lacón o lomo, patatas o chorizo. Todo eso gratis con cañas sobre los 2€ y jarras de medio litro por 5€. Mucho pan a veces, pero dentro de lo tolerable.

Y los camareros cargando con las enormes bandejas de tapas, haciendo casi malabarismos, son un espectáculo. Una única pega, quizás, es que el ruido en el salón es exagerado, aunque tolerable.